Tengo un nombre que cuesta recordar al principio. Es de origen árabe, ya que mi padre nació en Palestina. Mi madre sin embargo es de Granada, de hecho me crié aquí, concretamente en Motril.

Tengo dos hijos que son dos terremotos, con ellos no me aburro. Por eso cuando cada mañana entro a la clínica, es cómo si llegase a un «oasis» de paz y tranquilidad. Y realmente me relajo y disfruto con mi trabajo.

Poner implantes y hacer cirugía es a lo que me dedico desde hace más de 20 años. Para esto se requiere un exhaustivo análisis de cada caso y tener un buen ojo clínico.

Pero si de algo disfruto realmente es del contacto con cada paciente. Conocer las necesidades que tiene y poder garantizarle un buen resultado, que devuelva la función y la estética a su boca, me satisface enormemente.

Tengo un vicio totalmente confesable, me encanta el café. Conocer y degustar especialidades exóticas me vuelve loco, eso y pasar tiempo con mi familia.